¿Por qué odiamos la política?
Los útimos años hemos asistido a una manifestación expresiva del descontento político de la ciudadanía. Ciertamente, la desafección política no es un fenómeno nuevo, pero su relevancia hoy día es considerable después de un año 2011 en el que ciudadanos europeos, magrebies y americanos han conseguido atraer la atención sobre este asunto generando un debate encendido.
Los deficit democráticos de los arreglos institucionales representativos forman parte de una larga disputa dentro de la academia. El debate entre Sartori y Pateman en los años setenta refleja bien los argumentos y el ideario de este enfrentamiento. Muy resumidamente se plantea, por un lado, que la participación genera educación cívica y es una fuente de integración social. Por el otro lado, se objeta que la participación obstaculiza el buen gobierno y puede limitar el respeto a las minorías. A la luz de este debate, la participación se ha asociado a menudo a la ineficiencia, mientras que la delegación del poder mediante representantes la garantizaría.¿Ha cambiado algo respecto a este debate las olas de protesta ciudadana del año 2011?
La presente investigación tiene como objeto esta pregunta. En un idealizado mapa relacional, afrontamos el debate entre las instituciones políticas convencionales y las propuestas inclinadas a abrir las instituciones a otras formas de hacer política. ¿En qué medida podemos decir que esa tensión ha polarizado el imaginario político de los andaluces hoy día? ¿Qué significa otra forma de hacer política? ¿Cuál es el lugar de las instituciones políticas convencionales en un escenario ideal después del 2011?
Componentes
Joan Font Fàbregas
Investiga sobre sobre mecanismos para incorporar las preferencias ciudadanas en las políticas públicas en el IESA (CSIC)
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